La placa bacteriana es una película invisible y pegajosa, que se adhiere a las pareces de los dientes y que está formada por bacterias endógenas de la boca y restos de comida. Es esta placa la encargada de producir gingivitis, periodontitis, caries y halitosis. Después de una buena limpieza bucal, esta placa desaparece, pero transcurridas 24 horas se habrá vuelto a formar, por lo que es importante hacer una limpieza bucal por lo menos dos veces al día. Da el último paso para una perfecta limpieza oral. Llega dónde otros productos no lo hacen. Después del cepillado, enjuagado y uso de cintas, sedas y cepillos interproximales, utiliza un irrigador dental. Gracias a sus motores, impulsan hacia nuestros dientes agua tibia a presión con la que conseguiremos además de una limpieza extrema, eliminar bacterias y sus desechos de nuestra boca, mientras masajea y reafirma tus encías, reduciendo su sangrado e inflamación.
USO DEL IRRIGADOR DENTAL
1) Empieza con una limpieza bucal normal, cepillándote los dientes y usando cinta o seda dental.
2) Procede a llenar el depósito con agua. También es posible llenarlo de tu colutorio habitual, consiguiendo así una mejor limpieza
3) Introduce la cabeza del hidropulsor en tu boca.
4) Enciende el hidropulsor y procede a la limpieza de dientes y encías. Si la presión es demasiado elevada o demasiado baja, los irrigadores bucales poseen un regulador para poder ponerlo a tu gusto.
5) Es importante lavar y secar los irrigadores dentales después de cada uso, si queremos una larga duración y evitar la aparición de cal.
Si quieres obtener la mejor de las limpiezas, empieza por los dientes posteriores, (los de atrás) y sigue hasta los dientes frontales. Limpia los dientes y encías uno por uno para asegurarte de que quedan bien limpios.
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